En la Casa de América se reúne una interesante comunidad de Latinoamericanos. Me he vuelto asidua al lugar pues se presta para poder sentarse a escribir serenamente con moleskine roja en mano y una cañita rubia para acompañar. Al más puro estilo de la vida bohemia con toque fancy en La Casa de América me siento como en la Casa de Cultura Reyes Heróles de Coyoacán.
El lugar es bello en sí mismo, se trata de un palacete antigüo con vista la glorieta de la fuente de Cibeles,uno de los lugares más impactantes de la Ciudad de Madrid. Detrás jardines bien cuidados y un auditorio en el que se montan buenas juergas sabor a tierra caliente. Mi lugar favorito es la cafetería en la que no te corren aunque lleves horas de haber terminado el café con leche.
La gente de Madrid dice estuvo en desuso muchos años porque "espantan" y no había proyecto que fructificara en estas condiciones, hasta que se convirtió en la Casa de América. Ahora siempre hay movimiento. Los conciertos, ciclos de cine, conferencias, presentaciones de libros y obras de teatro que atraen a muy su peculiar público. Con frecuencia se montan debates entre desconocidos, que como yo, se refugian en sus espacios. Todos nos hablamos como si nos conocieramos de siempre.
No es dificil cuando te encuentras con trotamundos que dejaron sus prejuicios en alguna estación de tren, nómadas que se olvidaron ya de a dónde van y que apenas pueden creer que estén aquí. Todos con ojos llenos de paisajes y visiones.
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En una de las tertulias improvisadas de la Casa de América hablé con un "artesano" que vendía sus creaciones fuera del metro de mi Universidad. Me miró y me dijo "tu eres mexicana". Le sonreí como se le sorie a un viejo amigo que te reconoce en el supermercado.
Al saber que había acertado dijo "imposible NO reconocer a un mexicano"
- ¿porqué somos tan iguales?-
-No, ninguno es igual a otro. Pero todos comparten la intensidad de su mirada.
-¿Intensidad de la mirada?
-Sí, fijate bien. Más que las formas de hablar, el color de la piel, la forma de vestir o cualquier otra señal, se puede reconocer la nacionalidad de las personas por la intensidad de su mirada...
Me reí con incredulidad e hice la respectiva anotación en la moleskine: "fijarse en la intensidad de la mirada". A partir de ese día observo con mayor detenimiento la mirada.
Tenía razón.
Cada nacionalidad tiene la suya. Los mexicanos tenemos un brillo especial del que brota a borbotones picardía. Quizá tenga que ver con lo que los ojos han visto y saben ver...
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Me gusta hablar con desconocidos. Gente a la que no volveré a ver.
Imaginar lugares por lo que cuentan las personas. Ver cómo se difuminan los razgos identitarios entre más mundo se anda y cómo al mísmo tiempo se está más seguro de quién se es.
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