Desde que nos conocimos empezamos a ser amigos. Eramos complementarios. Me gustaba mucho su adrenalina. Inteligente, audaz, malicioso y divertido.
Detallista, presumido, tierno, protector, masculino y querendon...
Recuerdo el snak, las mesitas junto al cenote, el sushi, las gringas, los hot dogs del cotsco, el camellón de la amiba al que fuí obligada para demostrar que también podía comer parada...
Salir corriendo al descanso por una cerveza en La reunión al medio día, para volver igual a clase de Loreto. El gimnasio y los entrenamientos de soccer. La terraza del edificio deportivo donde nos reuníamos. Los trabajos en equipo, los días de estudio, en su casa de San Ángel y en la mía de Villa Quietud.
Cuando nos quedamos dormidos en mi cama, de la manera más inoscente y pura en que se puede dormir vencidos por el cansancio de repasar álgebra. Él en una orilla y yo en la otra. Descubiertos por mi mamá quien nos dejó seguir durmiendo. La confianza era infinita. Consejos, confesiones y silencios de buen escucha, una constante en nuestra amistad.
La limonada en su casa y su colección secreta. La canción yo soy sexy, In tha club, tu boca y los discos que compilados por él para mí. Mis dulces 16 en Chillis. CRI-CRI
El exámen prohibidamente conjunto, mate gracias a la inteligencia suya. Los trabajos dobles, uno para él y uno para mí. El camino al transporTEC todos los días.
Su papel protagónico en mis XV años. La felicidad de que aceptara ser mi chambelán. La camisa azul medio abierta, mucho gel en el cabello y esa loción Versace que tengo tan presente.
El amor secreto sacrificado por la amistad. Qué importa, sentariamos cabeza juntos.
Profesional de la buena vida, inquieto, viajero, amante de los lujos, experto en los placeres.
Vida intesa, rápida y muy corta.
No puedo escribir con soltura. Evito los verbos en pasado.
Me dueles.
Me duele.
Duele.
Él: Jorge Alejandro Aguilar Arellano ¿Porqué te fuiste?
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