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Francis Bacon

viernes, 20 de febrero de 2009

El otoño de un patriarca: Autopsia a un dictador

El otoño del patriarca: Autopsia de a Dictador

“Una dictadura es un Estado en el que todos temen a uno...
...y uno a todos”
Alberto Morvia
Periodista italiano conteporáneo


Un dictador tirano es, sin duda, un hombre astuto, extremadamente racional, adicto al poder en todas sus presentaciones, con espíritu mesiánico y sin escrúpulos. Seguramente, en un principio, entre sus planes se encuentran llevar al hecho su imaginación utópica respecto al bienestar, sin embargo ,esto con el tiempo, y al conocer mieles del poder, se ve distorsionado.
Un dictador es engendrado de la convulsión social y frecuentemente viene de las filas del ejercito. Es, por lo general un caudillo que llega a poder ejercer la dominación gracias a su carisma, “En su expresión más alta arraiga la idea de vocación. La entrega al carisma de profeta, del caudillo en guerra... esta figura es vista, como la de alguien que esta internamente llamado a ser conductor de hombres los cuales no prestan obediencia porque lo mande la costumbre o una norma legal, sino porque creen en él, y él mismo vive para su obra...” (Max Weber 2005 10). Tal y como García Marquez, de manera puntual lo refleja en su libro “El otoño del patriarca”, un dictador, como los que ha habido en América Latina, es un hombre poco letrado, con gran capacidad de soportar el dolor físico y emocional, que permanece a la defensiva con temor a ser traicionado y por lo tanto es un hombre solitario, déspota y paranoico. Bien lo decía el personaje de Bendición Alvarado, madre del “Patriarca”, en la novela de García Marquez, refiriéndose a su hijo el dictador, que bien podría llamarse Fidel Castro, Manuel Estrada Cabrera o Augusto Pinochet “... no lo permita Dios te quieten de la silla en que estás sentado, si al menos supiera cantar, o si fueras arzobispo, o navegante, pero tu no eres más que general, así no sirves para nada sino para mandar” (García Marquez 1975 pag 70)


La diferencia entre el ejercicio del poder de un dictador y cualquier otro administrador del Estado radica en su falta de vínculos sociales y la nulidad de sus escrúpulos. Sin temor a arrepentirse un dictador tirano elimina, aniquila y desaparece todo aquello que le estorbe al ejercicio de su poder desmedido. No importa si se trata de su mejor amigo, de su mano derecha, de su aliado más próximo. Paradójicamente sostienen su estructura de justificación en una frase “el pueblo me quiere”. En nombre de la revolución, de la patria, de la utopía, del partido o cualesquiera que sea su justificación política comete todas las atrocidades necesarias para convertirse en un mito social, a quien, a pesar de que se trata de un solo individuo pareciera que nadie puede derrocar “ ..pero cuanto más ciertos parecían los rumores de su muerte, más vivo y autoritario se le veía aparecer en la ocasión menos pensada para imponerle otros rumbos imprevisibles a nuestro destino...” (García Marquez 1975 pag 52).
El poder y los hombres que llegan a él tienen esa facultad de convertirse en mítos “los textos oficiales de los parvularios lo referían como un patriarca de tamaño descomunal que nunca salía de su casa porque no cabía por las puertas, que amaba a los niños y a las golondrinas, que conocía el lenguaje de algunos animales, que tenía la virtud de anticiparse a los designios de la naturaleza, adivinaba el pensamiento con solo mirar a los ojos...” (García Marquez 1975 pag 54). Incluso se les atribuyen poderes sobre naturales y acercamientos a la magia y adivinación.
Aunque los proyectos nacionales que pretenden poner en practica con el ejercicio de su poder y estén sustentados en la búsqueda de la justicia, del socialismo, de la verdad. Los hombres que se convierten en dictadores,a su llegada al poder, su consciencia se ve deformada por la droga de la ambición. Los tiranos dependen de que otros las ayuden en los momentos cruciales; pero, si luego dejan de lado su ascenso, se arriesgan a transformarlos en enemigos. La ambición es una maestra inmisericorde y sus discípulos olvidan fácilmente o ignoran las señales que podrían salvarlos.
Muy por encima de todo esto un dictador, también, “tiene la desdicha de ser mortal”.
Aunque “gobiernen como si se supiera predestinado a no morir jamas”, junto con ellos se terminan sus proyectos de nación. No tienen la visión, o quizá la humildad, de delegar funciones, compartir ideales y formar cuadros de jóvenes, que a su vez transmitan los objetivos del proyecto para lograr sus trascendencia temporal y no sólo histórica.
El error, que es posible observar en las experiencias de América Latina es que al final los proyectos revolucionarios centrados en un caudillo mueren en “El Otoño del Patriarca”.
Es momento de dejar de apostarle a las personas y empezar a apostarle a la sociedades y sus vínculos.


Referencias:
García Marquez, Gabriel (1975)“El Otoño del Patriarca”. México. Editorial Diana.
Weber, Max (2005) “El Político y el Científico”. México. Editorial Colofon.
Director: David Adwood. Productor Kevin Cooper (2002) Fidel Libertador o Dictador. (Largometraje). Halmark Entretainment.


POR: KRISTINA VELFU

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