Pensar en tí era ya un lugar común en mis memorias. Han pasado 10 años desde que te conocí el día de la graduación de mi prima. Desde entonces, que no dudaría que fué en octubre aunque más bien debió ser un "clasico verano", te convertiste en referente obligado en mi vida.
...¿Cómo así?...
Yo, pensando en que fue en verano, iba a cumplir los peligrosos 13 años y tu tenías ya 20. La diferencia es poca, pero entonces, era gigante. A partir de ese momento yo empecé a querer crecer antes, ahora quisiera detenerme...
Como sea la historia comenzó oficialmente ese día: los niños de la secu empezaron a parecerme una bobería, la esclavitud al teléfono para que sonara con tu llamada y los planes diseñados en casa para verte, halagar o buscarte me convirtieron en mujer.
No en el sentido estricto. Sino en un sentido figurativo. Me convirtieron en mujer: porque empecé a sentir irremediable amor por un hombre.
Una señal, un beso, una separación, largos correos, noches sin dormir, veranos de vuelta, spirit de colores, el mirador, llamadas trasnochadas y visitas a deshoras continuaron la historia, mucho, mucho tiempo más.
A mi parecer desde muy jóven, demasiado jóven, me hiciste saber de las complicaciones del amor. Sus acertijos, sus desaires, las diacronías y sin sabores, pero sobre todo de las dudas.
Empecé a sentir y, aun más fuerte, a pensar por mí misma. Esto, probablemente, lo he repetido constantemente en mis escritos sobre el caso. Nada, absolutamente nada había cambiado hasta hace 4 años en que nos vimos donde siempre: una vez frente a una cerbeza de coco en el beer y otra más en el hijo del cuervo, con esos casi rutinarios nervios previos, la espera desde un mes antes y las cucharadas de sal para concluir.
Beso adrenalínico, preguntas capseosas, propuestas indecorosas y retos cada vez y siempre los mismos. El tiempo nunca pasaba suficiente.
El año pasado, no nos vimos. No me buscaste, no me avisaste que venías y sólo me enteré por casualidad.
Algo serio había pasado. Un bebé ya había nacido, una familia ya tenías.
Por cuestiones de vida y por cuestiones de muerte empezamos en ese punto a ser adultos ya. Un largo año pasó por mí. Muy largo.
Pensé que no volveríamos a vernos.
Y vino otra vez el verano. Esta vez un verano tardío: hasta septiembre.
Anunciado un mes antes.
Era ÉL VERANO. Cuando nos habría alcanzado el tiempo por fin. No demasiado viejos, no demasiado jóvenes. De no haberte hecho de una familia, habríamos tenído un final felíz . Así complicadamente, más al estilo de Kundera que de Disney nos volvimos a ver.
Pensé que con suerte te encontraría menos guapo que entonces. No en realidad. Tan guapo, atractivo, alto y seductor como siempre. Sin "la conciencia" podría haberte encontrado sin los años de distancia.
Sinembargo, noté un poco más de serenidad en tus ojos y vi el amor verdadero entre tus palabras: "podría morir mañana, pero con la condición de saber que mi niña va a estar bien" y supe por fin que YO no me había equivocado respecto a tí NUNCA.
Frente al teatro de los insugentes pasé por tí. Por primera vez: "yo por ti".
Nerviosa pero segura. Con ganas de cambiar la historia, con la ya conocida lucha entre entre lo bien hecho y lo malamente deseado.
Me miraste fijamente y me descubriste ya no tan niña. Creo que tú si me viste cambiada.
"Ya no eres una niña".
Se le ve a uno en la cara lo que se pierde (o quizá lo que se gana) con el dolor, con el amor, con la distancia y el desencanto. Sinembargo uno no deja de equivocarse.
Propuse en un "tórrido y prohibido romance" y obtuve lo que siempre esperé de mi DUENDE respeto, amor y algo de nostalgia.
No había más historia, no fué este nuestro momento... lluvia veraniega, la iglesia de San Juan Bautista y mis lágrimas casi infantiles, como las de antes, tu abrazo y tus ojos dulces me dieron todo lo que siempre necesité:
ENTENDIMIENTO
*Si eras el hombre sensible disfrazado de corruptor de consciencias.
*Si eras quien yo siempre creí.
*Me querías en el fondo.
*Me valoraste siempre.
*Me extrañas como yo a ti.
Y llegué a enteras conclusiones sobre la vida, una vez más, que éstas no llegaron ni antes, ni tarde sino a tiempo, a mis 23 a tus casi 30, me hiciste saber que para el amor no basta de la voluntad.
*Que quien tu quieres de verdad no está contigo, no porque no quiera, sino porque no puede.
*Cuando un hombre te dice que "no quiere lastimarte", aunque tu le exijas que lo haga, tiene razón y lo dice de verdad. Esa es la mejor forma de querer.
*Los amores verdaderos no se acaban con los años, con la distancia, con la familia y creo yo que tampoco con la muerte...
***
Nos vimos dos veces, hace ya casi un mes. Vivimos una vida en otro verano: El anuncio de tu llegada, las confesiones, la conversación como si no hubiera pasado un sólo día, la cita, las cucharadas de sal, el beso, la lluvia, el arrebato, el descaro, Laura otra vez, la lluvia, la intranquilidad...
Y finalmente: el cierre.
Con el que me quedé tan tranquila que hasta ahora escribo.
Una comida serena, de adultos, con mamás. Plática familiar, abrazo de hasta pronto y mirada de complicidad firmaron por siempre nuestro incorruptible pacto de amistad.
*Si eras quien yo siempre creí.
*Me querías en el fondo.
*Me valoraste siempre.
*Me extrañas como yo a ti.
Y llegué a enteras conclusiones sobre la vida, una vez más, que éstas no llegaron ni antes, ni tarde sino a tiempo, a mis 23 a tus casi 30, me hiciste saber que para el amor no basta de la voluntad.
*Que quien tu quieres de verdad no está contigo, no porque no quiera, sino porque no puede.
*Cuando un hombre te dice que "no quiere lastimarte", aunque tu le exijas que lo haga, tiene razón y lo dice de verdad. Esa es la mejor forma de querer.
*Los amores verdaderos no se acaban con los años, con la distancia, con la familia y creo yo que tampoco con la muerte...
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Nos vimos dos veces, hace ya casi un mes. Vivimos una vida en otro verano: El anuncio de tu llegada, las confesiones, la conversación como si no hubiera pasado un sólo día, la cita, las cucharadas de sal, el beso, la lluvia, el arrebato, el descaro, Laura otra vez, la lluvia, la intranquilidad...
Y finalmente: el cierre.
Con el que me quedé tan tranquila que hasta ahora escribo.
Una comida serena, de adultos, con mamás. Plática familiar, abrazo de hasta pronto y mirada de complicidad firmaron por siempre nuestro incorruptible pacto de amistad.
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