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Francis Bacon

martes, 12 de mayo de 2009

TIEMPO DE CAMALEONES




Por: Velfu

“Es tiempo de camaleones compañeros” dijo un maestro, cuya identidad guardaré en secreto pero que por cierto no era sociólogo, al darnos la bienvenida al la Facultad de Ciencias Políticas.
Un poco desilusionada me sentí al percibir, que quizá los tiempos de “los ideales y la utopía” en nuestra gloriosa Universidad habían terminado para siempre…
En el transcurso de los años descubrí que esta afirmación corresponde a toda una tipología de Políticos que se forman en nuestras aulas, muchos de ellos, y que es descrita en la biografía de José Fouché.
José Fouché una de las mentes más audaces y tortuosas de la historia. Servidor de todos los regímenes de su época, desde el terror jacobino hasta la monarquía de Luis XVIII supo mantenerse durante más de 25 años en el poder y pasar como un político indispensable, en diferentes momentos de su vida. Traidor por naturaleza e intrigante por vocación; amoral y escurridizo representa el prototipo del político que sabe escalar puestos haciendo a un lado al más inteligente y servicial de los personajes públicos.
Fouché estudiaba despacio y sigilosamente a los hombres. Las cosas que les gustaban y hacían en el escenario político.
Se adueñó del espíritu de Bonaparte, acercándose a él y dándole concejos útiles y valiosa información.
Se trata del político que sólo es fiel a un partido: “al más fuerte, al de la mayoría”, que su lealtad le corresponde solo a su amor al poder y es capaz de traicionar a cualquiera, si se hace necesario, para mantenerse infiltrado en el sistema de mando.
Es el político del “bajo perfil”, el que es gris e imperceptible entre las filas del senado, el que nunca va a un mitin si no es obligatorio. El político camaleónico que aprende las formas del gobierno y se sabe perfectamente las reglas de Maquiavelo.
Es aquél que contiene las pasiones y los disgustos en un gesto estoico, que nunca se deja ver y nadie sabe a ciencia cierta quien es realmente.
Un personaje oculto tras bambalinas pero que siempre tiene que ver con las decisiones importantes. Experto en los tiempos de la política que aprovecha a su muy particular conveniencia sin conciencia social ni noción de justicia. Lo mismo azul que amarillo, tricolor que rojo.
Se distingue por decir lo que la mayoría quiere escuchar y le apuesta a la memoria de corto plazo que suele tener la sociedad.
Cuesta trabajo imaginarse que el mismo hombre que fue sacerdote y profesor tuviera la frialdad para saquear a la Iglesia y fuese comunista y multimillonario años más tarde.
El tipo de político que Fouché encarna, es aquel que piensa que las artes de la política y el gobierno dependen de la administración prudente de la verdad. Se vale de evasivas, equívocos y abiertas falsedades como prácticas de la vida pública.
Montaigne afirmaba que “no hay lazo que nos una, salvo la confianza de nuestra palabra”, y alguien que se dedica a la administración de la vida pública en cualquier nivel y en cualquier lugar debe estar consciente de que engañar al pueblo implica depredar la supervivencia de la sociedad unida. Pareciera que los Políticos aprendieran, luego de los años, que para la vida pública, la franqueza es un lujo caro, lo mismo que el protagonismo y el liderazgo explícito.

La biografía de José Fouché deja en claro que en el radio de acción de la política los que aparecen en escena no siempre son los que manejan las cosas en la vida real. Su verdadera eficacia esta en no aparecer y tener puestos de menor impacto de popularidad que los colocan en un lugar seguro para tomar los hilos de la política.

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