
El complejo universo de significados dónde se gesta la identidad mexicana tiene en el centro a un personaje dominado por las paradojas: el charro...
La figura del charro consiste en un sólido estereotipo, representante de lo mexicano, en términos de imagen ideal: Señor de sí mismo, de su familia y de sus bienes. Un hombre de una sola pieza, independiente, emprendedor y acomodado. Amo irrestricto de sus fincas y potreros, enérgico con sus hijos y paternal con sus servidores.
El charro siempre habla de la mujer con respeto, es vista por ellos como figura investida por la beatitud de la maternidad y en ella recae el sostenimiento de la familia.
Pragmático y firme hasta la obstinación, valeroso hasta la temeridad, creyente fiel y sincero. El charro se distingue también por su apego a la tierra que le vio nacer, su sólido instinto familiar, su firme convicción en el deber ser y su gallardía. Es, además, ágil, empeñoso, libre, bravo y sensible.
Es franco, seductor y exultante. Encarna una masculinidad derivada de la compleja mezcla de normas, valores, representaciones y prácticas, que tienen lugar en las áreas de su universo simbólico: las relaciones entre los sexos, el poder, la cotidianidad, su vestimenta, la familia... es decir todos y cada uno de los aspectos de la vida del charro.
Los ejes de la conformación del estereotipo son: LA FAMILIA, LA PATRIA Y EL HONOR.
La familia como institución fundamental, la patria y su arraigo a ella como eje de su identidad y pertenencia, y el honor como su código de conducta.
La charrería es la representación simbólica de la voluntad colectiva del pueblo mexicano, por lo que fue institucionalizada como deporte nacional y los charros representan la tercera fuerza reservada para el ejército.
Las deformaciones de las características del charro se convirtieron en el concepto del macho mexicano. Digamos que sus características llevadas a la patología conforman en el imaginario colectivo la imagen kitch del hombre bebedor, fiestero, mujeriego, cursilón, bravucón y represor de las mujeres, en algunas ocasiones hasta golpeador y bandido...
Hay que reconocer que el cine de oro mexicano apoyó la imagen distorsionada de los hombres mexicanos... que, en realidad y sin duda alguna, ¡no tienen igual!... y si de manera honesta guardan en sí los valores del charro, ¡no hay mejores en el mundo!
El hombre mexicano es el hombre de mis sueños...
Por otra parte la charrería, como manifestación cultural de nuestro país debe ser discutida hoy, no solo por los charros mismos, sino por los estudiosos de las vertientes de la cultura nacional y también por sus detractores.
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